El sombrero y los monos

(Acerca de los buenos modales y de cómo los otros reflejan nuestras propias actitudes)

Este es un cuento tradicional. Es decir, es un cuento que ha sido contado muchas veces, por montones de personas, desde hace bastante tiempo. Y que cada uno lo cuenta un poco como se lo contaron, un poco como se lo acuerda y un poco, también, como se le da la gana.

Esta es la manera en la que me gusta contarlo a mí:

“Un vendedor ambulante llevaba diez sombreros sobre su cabeza, para ofrecerlos en el mercado del pueblo. Como era temprano y hacía calor, decidió detenerse a descansar bajo un árbol y se quedó dormido. Nueve monos, que estaban en las ramas, bajaron sigilosamente y tomaron un sombrero cada uno, se lo pusieron sobre sus cabezas y rápidamente volvieron a trepar al árbol. El movimiento de los monos despertó al vendedor, que se enojó muchísimo al ver que sólo le quedaba un sombrero en la cabeza.

–¡Devuélvanme mis sombreros! –amenazó agitando con vehemencia el sombrero que le quedaba.

Los monos, divertidos, también revolearon cada uno el propio con el puño cerrado.

–¡Sinvergüenzas! ¡Estoy muy enojado! ¡No se burlen! –gritó entonces el vendedor refregando con ira el sombrero entre las manos.

Una vez más, los monos imitaron todos sus gestos, pero no le devolvieron nada. Simplemente repetían todo lo que le veían hacer y se entretenían de lo lindo.

El hombre, viendo que no estaban dando resultado sus intentos, pudo calmarse un momento y pensar en una solución. Con gestos de lo más amables, (de esos que a todos nos gustan y nos hacen sentir tan bien), tomó su sombrero y  lo apoyó con toda suavidad en el pasto. (Ni un bailarín lo hubiera hecho con más delicadeza).

Los monos, entonces, realmente se transformaron. Parecían todos ellos delicadas damiselas y caballeros finos y correctos. Con los mejores modales (esos que todos esperan que tengamos con ellos), descendieron con suavidad de las ramas y cada uno a su turno, apoyaron los sombreros prolijamente en una linda pila, arriba de los del sombrerero.

A toda velocidad, el hombre juntó todos los sombreros y se alejó sonriente y satisfecho, silbando una canción muy conocida que dice así: Debemos ser, debemos ser, debemos ser el cambio que queremos ver.

A la Mona Lisa le duelen las muelas. (Normas de uso y reproducción)

No sé ya si lo escuché yo misma o si me dijeron que una vez Alejandro Dolina, el fantástico creador de «La venganza será terrible», dijo que no se puede disfrutar de la Mona Lisa con dolor de muelas. ¡Qué cierto! ¿Verdad?

Pues bien, a nuestra infancia le duelen las muelas pero no de tanto comer golosinas sino de hambre. Y este dolor no sólo la priva de disfrutar de la Mona Lisa, del arte, de la cultura y de la participación activa en la vida social, política y cultural sino que le niega la constitución total de su subjetividad en tanto que seres capaces, pensantes y con un cabal despliegue de su potencial humano.

Un niño, una niña que no reciben los nutrientes necesarios para su desarrollo durante los primeros 3 años de vida sufren daños irreversibles que los condicionarán para toda la vida. Naturalmente cuando leemos esta información sentimos el apremio por servir un vaso de leche, amasar un pan y salir a repartilo al primero que notemos que lo necesita. Es cierto. Podemos donar comida y esta tarea es a mi modo de ver valiosísima y prioritaria. Sin embargo lo urgente no debe eclipsar la visión de lo importante.  Podemos dar de comer el pan, pero podemos también y de manera simultánea enseñar a amasarlo.

Los nutrientes esenciales que necesita un bebé para crecer sano no se limitan a la salud del físico sino que responden a los tres ámbitos básicos que constituyen a los seres humanos:

  1. el alimento para el pleno desarrollo físico (el cuerpo),
  2. el vínculo para el pleno desarrollo social (la mente),
  3. el amor para la expansión del propio ser (el espíritu).

La mala noticia es que hay hambre, mucho hambre de estos 3 nutrientes en más del 50% de la población infantil de América Latina y el Caribe según el común de las estadísticas (Unicef, entre otras fuentes) por mencionar un universo cercano. Lo que tal vez no todos sabemos es que no solo le duelen las muelas de hambre a los niños y niñas en situación de pobreza, ya sea en Latinoamérica o en el mundo entero. Las muelas nos duelen a todos, a toda la humanidad, inlcuyendo a la Gioconda. Por eso tiene esa sonrisa extraña, misteriosa, tantas veces discutida.  Porque ella quiere que la disfrutemos todos, que la disfrutemos todas, con la panza llena y el corazón contentos. O al menos eso quiero imaginar yo. Por eso Panza Llena Corazón Contento es mi humilde y consciente aporte por una humanidad que trascienda su sonrisa misteriosa y que desate torrentes de carcajadas ante la equidad, la compasión y el amor humanos.

Si te das una panzada con mis cuentos y textos, si los disfrutás o si se los lees a otros, si los copiás o si los reproducís bajo cualquier formato, solo quiero pedirte que respetes mis Normas de Uso y Reproducción, retribuyendo su valor. A todos les he fijado el mismo precio pero no puede saldarse con dinero, ni en especias, ni bajo la forma de trueque. Solo te pido que te unas al movimiento de mi espíritu y que cada vez que los uses le enseñes a amasar a alguien para que con la panza llena pueda tener su corazón contento. Esta ayuda puede ser tan enorme como seas capaz o tan pequeña como el sencillo gesto de amor de mis cuentos.  Simplemente te pido que compartas la joya de la solidaridad con otro ser humano al que, por el motivo que sea, le duelan las muelas. De este modo, se aliviará también mi dolor por el hambre y te estaré enormemente agradecida.

Si te animaste a hacerlo, si hiciste algo bueno por otros, aunque haya sido tan simple como decir buen día al colectivero o tan  comprometido como abrir una Fundación para la Nutrición Infantil, me daría un enorme gusto saberlo. Aquí mismo, en el espacio para comentarios, podés contármelo. Gracias y nos estamos viendo, muy pipones y muy contentos. Te espero.

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