El caballito que no tenía color

Este pequeño cuento lo escribí para celebrar el segundo cumpleaños de Araceli, ¡una pequeña y hermosa amiga! Para ella, y para todos los que aman los caballos, con amor les dedico esta historia.
Fernanda Raiti

Vídeo

Las vacas no hacen mu

Cuando yo era chiquita me dijeron que las vacas hacían mu.

No es cierto.

Un día fui al campo y una vaca gorda y linda se me acercó caminando lo más pachorra. Yo estaba parada junto al cerco y tenía manzanas en una canastita… Cuando las vio, la vaca empezó a trotar ligerito e hizo un enorme:

MUUUUUUUUUUOOOOOOOOWWWWWWWWWWWWW (hacé click para escuchar lo que yo oí)

«Ay mamita querida», pensé mientras me reacomodaba el corazón en su lugar. «¡Qué mugido!».

Juntando coraje estiré bien lisita la palma de mi mano, le puse una manzana arriba y se la ofrecí.

Ella, con la lengua grande, seca y áspera, tomó con cuidado la manzana y se la comió saboreándola con ganas.

Yo todavía estaba encantada y acariciándole el morro le dije:

– Vaquita linda, la gente no sabe lo poderosa que sos, lo fuerte que mugís y lo bien que se siente escucharte. Voy a contarle a todas las nenas y todos los nenes sobre tu hermoso mugir para que no crezcan engañados, como crecí yo, ¿te gusta la idea?

A mi me pareció que me dijo que sí y por eso escribí este cuento. Pero para ser sincera, creo que a la vaca le daba lo mismo. Ella solo miraba fijo la canasta de manzanas y se relamía sin decir ni mu.

Fin

P.D. 1. ¿Qué? ¿También pensás que los pajaritos silban pio-pio, los gatos maullan miau, los perros ladran guau y los chanchos chillan oink? Mmmmm… yo que vos prendo los parlantes, hago Click acá y me entero de la verdad del sonido animal de una buena vez por todas.

P.D. 2.  Cuando terminé de escribir este cuento me enteré que no es tan bueno para las vacas comer manzanas aunque les encantan, como a nosotros las golosinas. Por las dudas les aviso, niñas y niños del mundo, cuiden a las vacas y si se cruzan con una por ahí la saludan de mi parte y le dan de comer pastito fresco.

Clapiti, Clipiti, Clop


imagen de thecraftsdept.marthastewart.com

Mamá pata verde estaba de lo más pancha sentada suavemente sobre sus tres huevitos: uno rojo, uno azul y uno amarillo. De pronto sintió una suave cosquilla en las plumas de la barriga.

Se levantó y miró. ¿Qué vio?

Vio que huevito amarillo se había rajado apenas con un suave clapiti, clipiti, clop. Desde adentro asomaban el piquito y los ojitos del patito amarillo más sorprendido que jamás se haya visto. Patito Amarillo espió el mundo con cuidado. A lo lejos se veía el prado verde salpicado de pintas rojas hechas de seda de amapola y el gran estanque azul mirando al cielo.

– Este mundo no es amarillo, pensó. Es ruidoso y enorme, se dijo. ¡Ni loco salgo de acá adentro!

Y clopiti, clipiti, clap, ¡de nuevo se cerró!

En ese momento, Patito Rojo se asomó por la rajadura de su huevito. Abrió con energía las alas y estiró sus dos patitas para terminar de desprenderse del cascarón que le había servido de casa. Mamá Pata Verde lo recibió con una suave sonrisa.

¡Hola mamá, por fin salí! ¿Este es el mundo mamá? ¿Porqué hay otros huevitos en el nido? ¿Por qué hay pintas de seda roja en el prado verde? ¿Podemos ir a ver las pintas de seda mamá, podemos, podemos?, dijo Patito Rojo sin frenar siquiera un segundo para respirar. Y antes de que Mamá Pata pudiera empezar a responder una pregunta ya hacía otra pregunta más.

Patito Rojo estaba ansioso por descubrir todos los secretos del mundo y no se dio cuenta que mientras seguía haciendo preguntas el huevito azul se había partido y sentado en el centro estaba Patito Azul balanceándose para adelante y para atras como en un sillón hamaca.

Bienvenido, dijo Mamá Pata al tercer patito mientras lo miraba con dulzura. ¿Ya viste el estanque? Tiene tu mismo color.

, respondió él con suavidad. ¿Podemos ir a mojarnos y a nadar mamá?, quiso saber Patito Azul mientras con cuidado se bajaba de su medio cascarón hamaca fijando la mirada en el agua.

En cuanto nazca Patito Amarillo, dijo Mamá Pata.

¿Y cuándo va a salir? ¿Falta mucho? Quiero ir a ver las pintas de seda en el prado, dijo Patito Rojo. ¡Quiero ir, quiero ir!

Patito Amarillo, ¿te gustaría conocernos y salir a jugar?, le propuso la mamá a través de la suave pared hecha de cáscara.

No quiero, dijo Amarillo desde adentro  del huevo.

Dale, salí que quiero ver las pintas de seda en el prado, dijo Rojo.

Me gustaría conocer el agua y nadar en el estanque, agregó Azul.

Clop, clop, clop. No, no y no, respondió el Amarillo cada vez más resuelto a quedarse guardado.

Esto no va a funcionar, pensó Mamá Pata y tuvo una idea. Patitos, les dijo, vamos a jugar a las escondidas. Ustedes cuentan hasta tres y yo me escondo. Y diciendo esto desapareció de la vista.

¡Uno, dos y tres! dijeron los patitos al mismo tiempo.

¡Estás al costado del nido! ¡Te ví, te ví, te ví!, dijo Patito Rojo. Es mi turno. Ahora me escondo yo.

¡Uno, dos y tres!, dijeron Mamá Pata, Patito Azul y Patito Amarillo (desde adentro del huevito, claro).

¡Estás entre las pintas de seda del prado!, dijo Patito Azul. Ahora me toca a mí…

¡Uno, dos y tres! ¿Dónde te metiste? ¡Ah, sí! ¡Te veo en el estanque!, dijo Patito Rojo.

Ahora es tu turno Patito Amarillo, dijo Mamá Pata Verde. Nosotros contamos y vos te escondés, ¿dale?

Clapiti, contestó desde adentro del huevito el pequeño pato.

¡Uno, dos y tres! dijeron Mamá, Rojo y Azul al mismo tiempo. Patito amarillooooo, ¿donde estaaaas?, entonaron a coro. No estás al lado del nido, no estás entre las pintas de seda del prado, no estás en el estanque… ¿dónde te habrás metido?

¡Acá ta!, girtó Amarillo rompiendo con ganas el casacarón de su huevito.

¡Bravo Amarillo, bravo! Estabas muy bien escondido, sos muy bueno para este juego, dijo Mamá Pata Verde envolviendolo bajo su gran ala. Y ahora, ¿qué les parece si vamos a seguir jugando por el prado de pintas rojas de seda hasta el estanque azul? Quiero mostrarles el color del sol.

¡Clapiti!, contestaron los tres patitos felices, caminando en filita detrás de Mamá Pata. Había mucho por descubrir en su hermoso mundo lleno de color.

Se buscan finales

Bueno, hoy me tomé mi tiempo para pulir, corregir, ajustar tiempos verbales (¡ups!) y agregar un par de ilustraciones. Finalmente aquí estoy, llenando su casilla de correo al mandarles nuevamente el artículo de ayer pero con muchas mejoras. Al viejo lo estaré borrando hoy, porque en verdad es eso lo que era: un borrador. Por favor no me marquen como correo no deseado ni se den de baja de la suscripción. Prometo que no se repetirá (al menos no muy seguido). Aquí voy:

¡Hola querida gente!
Les cuento que cuando hice Panza Llena Corazón Contento yo misma estaba LLENA de entusiasmo por la idea y por publicar algunos de mis cuentos que dormían plácidamente en cajones, cajoncitos y discos rígidos sin que otros pudieran aprovecharlos. Ahora no se bien por dónde andarán y si a alguien le habrán gustado o servido pero poco importa.

¡Ya los solté! Y así hacemos lugar para que llegue lo nuevo.

Sé que entre mis queridas suscriptoras está mi fantástica profesora de Literatura de la secundaria, cosa que como se imaginarán no puede menos que halagarme y bastante.

También sé que mi queridísima Titi y otras entrañables amigas de la vida reciben los nuevos posts en sus mails.
Y me da un poco de pena no escribir nada nuevo (en este blog, si quieren ver en qué anduven visítenme en http://www.pedis3deseos.com o en http://amararama.wordpress.com y en http://celebrarlavida.wordpress.com para ver que sigo siendo una escritora empedernida).

El hecho es que cuentos, lo que se dice cuentos, no llegué a escribir más. Pero sí inventé y narré varios que no quiero que se pierdan.

Entonces se me ocurrió esta idea: yo les ofrezco los comienzos de dos de estos cuentos, ustedes pueden leerlos y si alguno les inspira escribanlen un final en el espacio habilitado para dejar comentarios (está al margen superior izquierdo debajo de la fecha). Yo me comprometo a redactar también mis versiones dentro de 7 días.  ¡Así no las influencio y surgen muchas ideas! Tendremos entonces varios cuentos en vez de uno y podremos usarlos como ejemplo de tantos valores… la imaginación, la unidad en la diversidad, el compartir, la entrega y la revelación de que la vida puede tener el final que más nos guste, depende de nosotros escribirlo con dedicación, confianza, amor y humor.

Acá van los dos comienzos:

Clapiti, Clipiti, Clop

imagen de thecraftsdept.marthastewart.com

Mamá pata verde estaba de lo más pancha sentada suavemente sobre sus tres huevitos: uno rojo, uno azul y uno amarillo. De pronto sintió una suave cosquilla en las plumas de la barriga.

Se levantó y miró. ¿Qué vio?

Vio que huevito amarillo se había rajado apenas con un suave «clapiti, clipiti, clop». Desde adentro asomaban el piquito y los ojitos del patito amarillo más sorprendido que jamás se haya visto. Patito Amarillo espió el mundo desde su huevito. A lo lejos se veía el prado verde salpicado de pintitas rojas hechas de seda de amapola y el gran estanque azul reflejando al inmenso cielo.
Este mundo no es amarillo, pensó. Es estridente y enorme, se dijo. Ni loco salgo de acá adentro. Y «clopiti, clipiti, clap» ¡de nuevo se cerró!…

Abran cancha


Quedan 30 segundos y están 2 a 2 cuando el 17 de los fulanos le hace una infracción en el área al pibe de los menganos.

¡Penal! ¡Penal! ¡Penal!, gritan hinchas de ambos equipos agarrándose la cabeza, unos de desesperación, otros de locos de contentos.

El entrenador del pibe está encendido.

– ¡Abran cancha!, brama, ¡Déjenlo patear tranquilo!

Es su oportunidad de ganar por primera vez en la vida la copa del campeonato.

El pibe se para frente al arco, mira bien, muy bien al ángulo superior izquierdo, calcula con exactitud y patea.

Es fuera, justo por un milímetro.

El entrenador quiere desaparecer del universo. No quiere ver, no quiere que lo vean. Se esconde como lo hacen los bebés, tapándose la cara con los dedos de las manos desparramados sobre los ojos. Efectivamente, no ve. No ve que el pibe sonríe con satisfacción maligna mientras se seca la cara con la remera y se va al vestuario silbando bajo.

Algún que otro error en la vida

Hola de nuevo, querida gente.

Ya ví que tiene errores el artículo anterior… faltan algunas comas, algunas palabras incluso. Son las desventajas de bloggear con mil y un quehaceres domésticos alrededor. Antes de llegar a releerlo me distraje con los pretzel que estábamos haciendo y bueno, así salió. Pero estoy contenta igual de haberlo compartido y cada vez más entusiasmada con la propuesta! Yo corrijo los errores, ustedes sugieran finales!! También pensé que el valor más importante de esta propuesta literaria es la enseñanza de que la vida siempre nos ofrece finales abiertos y que depende de cada uno de nosotros el que queramos elegir. Les dejo un abrazo grande, Fer

Tengo dos comienzos, ¿me regalás dos finales?

¡Hola querida gente!
Les cuento que cuando hice Panza Llena Corazón Contento yo misma estaba LLENA de entusiasmo por la idea y por publicar algunos de mis cuentos que dormían plácidamente en cajones, cajoncitos y discos rígidos sin que otros pudieran aprovecharlos. Ahora no se bien por dónde andarán y si a alguien le habrán gustado o servido pero poco importa.
¡Ya los solté! Y así hacemos lugar para que llegue lo nuevo.
Sé que entre mis queridas suscriptoras está mi fantástica profesora de Literatura de la secundaria, cosa que como se imaginarán no puede menos que halagarme y bastante.
También sé que mi queridísima Titi y otras entrañables amigas de la vida reciben los nuevos posts en sus mails.
Y me da un poco de pena no escribir nada nuevo (en este blog, si quieren ver en qué anduven visítenme en http://www.pedis3deseos.com o en http://amararama.wordpress.com y en http://celebrarlavida.wordpress.com para ver que sigo siendo una escritora empedernida).

El hecho es que cuentos, lo que se dice cuentos, no llegué a escribir más. Pero sí inventé y narré varios que no quiero que se pierdan.

Entonces se me ocurrió esta idea: yo les ofrezco los comienzos de dos de estos cuentos, ustedes pueden leerlos y si alguno les inspira escribanlen un final en el espacio habilitado para dejar comentarios (está al margen superior izquierdo debajo de la fecha). Yo me comprometo a redactar también mis versiones dentro de 7 días.  ¡Así no las influencio y surgen muchas ideas! Tendremos entonces varios cuentos en vez de uno y podremos usarlos como ejemplo de tantos valores… la imaginación, la unidad en la diversidad, el compartir, la entrega y la revelación de que la vida puede tener el final que más nos guste, depende de nosotros escribirlo con dedicación, confianza, amor y humor.

Acá van los dos comienzos:

Clapiti, Clipiti, Clop

 

imagen de thecraftsdept.marthastewart.com

 

Mamá pata verde estaba de lo más pancha sentada suavemente sobre sus tres huevitos: uno rojo, uno azul y uno amarillo. De pronto sintió una suave cosquilla en las plumas de la barriga.

Se levantó y miró. ¿Qué vio?

Vio que huevito amarillo se había rajado apenas con un suave «clapiti, clipiti, clop». Desde adentro asomaban el piquito y los ojitos del patito amarillo más sorprendido que jamás se haya visto. Patito Amarillo espió el mundo desde su huevito. A lo lejos se veía el prado verde salpicado de pintitas rojas hechas de seda de amapola y el gran estanque azul reflejando al inmenso cielo.
Este mundo no es amarillo, pensó. Es estridente y enorme, se dijo. Ni loco salgo de acá adentro. Y «clopiti, clipiti, clap» ¡de nuevo se cerró!…

Abran cancha


Quedan 30 segundos y están 2 a 2 cuando el 17 de los fulanos le hace una infracción en el área al pibe de los menganos.

¡Penal! ¡Penal! ¡Penal!, gritan hinchas de ambos equipos agarrándose la cabeza, unos de desesperación, otros de locos de contentos.

El entrenador del pibe está encendido.

– ¡Abran cancha!, brama, ¡Déjenlo patear tranquilo!

Es su oportunidad de ganar por primera vez en la vida la copa del campeonato.

El pibe se para frente al arco, mira bien, muy bien al ángulo superior izquierdo, calcula con exactitud y patea.

Es fuera, justo por un milímetro.

El entrenador quiere desaparecer del universo. No quiere ver, no quiere que lo vean. Se esconde como lo hacen los bebés, tapándose la cara con los dedos de las manos desparramados sobre los ojos. Efectivamente, no ve. No ve que el pibe sonríe con satisfacción maligna mientras se seca la cara con la remera y se va al vestuario silbando bajo.

Aplaudir no quiero

Acerca del Amor incondicional. Basado en un incidente de la vida de Buda Siddharta

Hay personas que no se sabe muy bien si son locos de remate o sabios de escaparate. Es gente feliz, siempre con sonrisas en un bolsillo, margaritas en el otro y rayos de sol que se les escapan del corazón y por los ojos. Cuando uno se los cruza se siente extrañamente sereno, seguro; como si lo abrazara alguien muy querido.

Estas personas son, en definitiva, muy distintas del resto, que solemos quedarnos mirándolos sorprendidos y preguntándonos cómo y por qué tanta sonrisa y tanto rayo de sol brillando de cerca y de lejos.

Eso sí: personas de este estilo no se encuentran muy a menudo y no sé si ustedes habrán visto alguna.

El caso es que en mi pueblo, todos tuvimos oportunidad de conocer a un hombrecito que era justo de este tipo. Una persona así, (¿quién sabrá si era un sabio?) no tenía tiempo para trabajar y ganarse su propio alimento. Estaba ocupadísimo en asuntos que, al parecer, le eran más importantes, como saludar con todo respeto a las mariposas y dibujar líneas bellas con el dedo en el aire, en la arena, en el agua, en el suelo.

No supimos su nombre, no porque no lo tuviera, sino porque no se lo preguntamos nunca. Junto a él nos olvibábamos de ese tipo de cuestiones. Preferíamos, en cambio, permanecer callados mientras susurraba una melodía tierna y brindarle los mejores platos si teníamos la fortuna de que golpeara a la puerta queriendo alimento. Todo lo que le dábamos de comer le parecía exquisito y, en agradecimiento, cantaba: “Para aplaudir, chicuelos, para aplaudir, pequeños, una mano no basta, una mano no alcanza. Voy yendo con mis manos ocupadas, en buenas obras atareadas. Así aplaudir no puedo, así aplaudir no quiero.” (¿Habrá estado loco? Sobre esto no lográbamos ponernos de acuerdo).

En resumen: era un muy lindo personaje y no se nos había ocurrido que algún día querría marcharse. Transcurrían los días y él se mostraba dispuesto a quedarse, como si aguardara algo importante.

Casi todos estábamos realmente encantados de tenerlo en el pueblo. Sí, digo bien: casi todos.

A don Carmelo nuestro visitante no le caía para nada en gracia. Era un hombre honesto y muy trabajador, que además, se sentía bastante solo. Tenía negocios siempre urgentes, cejas anchísimas y nariz prominente de buen jefe; estaba acostumbrado a dar órdenes y a que todos lo admirasen por sus riquezas. Se había esforzado mucho por conseguirlas y estaba convencido de que su manera de hacer las cosas no sólo era la mejor, sino la única. Sentía, claro está, un tremendo disgusto con el sabio loco y con todos nosotros que le seguíamos los pasos y le festejábamos los bolsillos con margaritas y sus bellas melodías.

Mientras más pasaba el tiempo, más se indignaba don Carmelo. La rabia por el éxito de nuestro amigo le quitaba el sueño. Según supe después, estaba decidido a resolver el asunto con una buena pelea y demostrarnos a todos quién era digno de ser admirado por el resto. Así fue sumando una bronca con la otra en su libreta de contabilidades. Fue ahorrando todos sus enojos y depositando cada uno de sus celos en su corazón de hombre serio. Tanta ira acumuló, tantos  enfados sumó, que llegó el día en que sintió que estallaba de bronca.

Ese fue, aunque parezca contradictorio, un día maravilloso para él y para todos nosotros.

Nuestro amigo (¡qué loco lindo!) parecía haber estado esperando ese momento desde un principio. Después de lo que sucedió desapareció para siempre de nuestro pueblo (¡qué sabio era!).

Resultó ser que ese día, a la hora del almuerzo, no vino a mi puerta ni a la de ninguno de nosotros para pedirnos algo de comida. No. Fue derechito, derechito, a lo de don Carmelo, subió los tres escalones de la entrada y tocó el timbre con insistencia.

Ahí fue que a don Carmelo se le dasató su bronca. La había juntado con mucha paciencia, atándola con perseverancia, almacenándola con dedicación. A esa altura, era ya un odio gigantesco, bien alimentado y crecido. Comenzó entonces a gritar su ira, a desatarla. Cuántas cosas le dijo a nuestro querido hombrecito ya no recuerdo, pero sí sé que sus gritos nos llamaron la atención a todos, y, uno a uno, dejamos nuestros almuerzos y fuimos acercándonos. Mientras, la rabia de don Carmelo hacía temblar vidrios y corazones, tierra, paredes y techos. Siguió así, insultando a nuestro amigo por un rato eterno. Todos estábamos realmente inquietos, salvo él, que lo observaba con una sonrisa. Finalmente, el comerciante, ya un poco confundido y cansado, le preguntó aun a los gritos:

–¿Acaso no tiene nada para decirme?

–Yo también lo amo, le respondió este hombrecito admirable y singular, con tranquilidad y felicidad sincera. Porque lo amo, y para aplaudir hacen falta dos manos, aplaudir no quiero, aplaudir no puedo.

No sólo don Carmelo se quedó boquiabierto. Todos estábamos deslumbrados, admirados, con la respuesta de nuestro héroe. Don Carmelo, que de tanto desatar su ira se había quedado sin siquiera un piolín de enojo, sonreía ahora calmo y alegre. A partir de ese día cambió tanto y tan bien. Sonreía cada vez más y con mayor ternura. ¡Cuánto bien le hizo no guardar ni un rastro de orgullo!

Hay personas que no se sabe muy bien si son locos de atar o sabios para un altar. Que aparecen en nuestras vidas como si fueran margaritas de pétalos encendidos, sonrisas en los ojos y sol en días de frío. Nuestro compañero amado era una de ellas. Tan sorprendidos estábamos con todo lo que habíamos visto y escuchado que no nos dimos cuenta de que él se alejaba para siempre del pueblo tarareando su canción: “Para aplaudir, chicuelos, para aplaudir, pequeños, una mano no basta, una mano no alcanza”.

Don Carmelo y todos nosotros, todavía hoy lo extrañamos.

Volver a leer

¡Muy querida gente suscriptora de Panza Llena Corazón Contento!

Haciendo honor a la enseñanza del cuento, quería contarles que hoy hay una versión completamente nueva del cuento La verdad que sí, publicado ayer con algunos errores. Pido disculpas por la equivocación y si tienen ganas vuélvanlo a leer porque se encontrarán con  otro cuento aunque conserva la misma esencia.

¡Saludos a todos y todas y espero que lo disfruten!

Fer Raiti

La verdad que sí

(Un ejemplo acerca de cómo la verdad protege a quienes la honran).

Cierto día, un gran sabio dio una charla muy bonita debajo de un gran árbol llamado baniano. Muchas personas se habían acercado a escucharlo y estaban sentadas sobre la tierra, el pasto y las hojas caídas. Como hacía frío habían llevado mantas, almohadones y canastos con pastelitos, tazas y termos de té caliente. Un ladrón quiso aprovechar la ocasión para robar las carteras y billeteras de la gente que seguramente estaría distraída escuchando la charla. Sin embargo el que se distrajo fue él, porque las palabras del sabio resonaron en su corazón con una dulzura y fuerza muy especiales. Se olvidó por completo de su misión y se sentó a escuchar él también entre las últimas filas, cerca del estanque de piedras lisas y musgo verde. Cuando terminó de hablar, el sabio cerró los ojos suavemente y las personas comprendieron que debían marcharse en silencio. Se fueron retirando en susurros, dejando sobre la tierra la tibieza de sus mantas. Los pájaros del baniano, poco a poco, se animaron a descender de sus ramas y picoteaban alegres aquí y allá los restos de las migas, los pancitos y pastelitos que la gente había comido. Solo quedaban para acompañarlos el sabio y el ladrón, sumergido profundamente en su alma mientras acariciaba con una ramita el estanque adormecido. Finalmente el ladrón se acercó al gran árbol y se inclinó ante el sabio.

–Te escuché con atención y me gustaría poder vivir de acuerdo con lo que nos enseñaste hoy. Pero soy ladrón y no creo poder dejar de serlo.

–¿Es sincero tu anhelo por mejorar?

– La verdad que sí, lo es.

–Tienes entonces todo lo que hace falta. Te daré mi bendición y una única estrategia: debes decir siempre la verdad, sin importar las circunstancias.

El sabio calló nuevamente y el ladrón se retiró con respeto y bastante satisfecho. ¡Podía seguir robando siempre y cuando dijera la verdad en todo momento y lugar! Con total confianza en esta enseñanza, decidió ponerla a prueba animándose a conseguir botín más grande y valioso que existía en la ciudad. Ya atardecía y el ladrón apuró el paso encaminándose hacia su meta: robaría esa misma noche el tesoro de joyas del rey. Sorteó con experiencia los guardias del portón principal y ya avanzaba por los jardines del palacio cuando se encontró con un desconocido de frente.

–¿Buen hombre, adónde vas y con qué motivo?, le preguntó sonriendo.

El ladrón titubeó un segundo pensando una excusa que resultara creíble cuando recordó su promesa al sabio y cambió de opinión.

–A robar el tesoro real, contestó decidido a decir la verdad.

Para su sorpresa, el desconocido se entusiasmó con la noticia y hasta ofreció ayudarlo, asegurándole que conocía muy bien el camino hasta el tesoro y que tenía además las llaves para abrir todos los cofres.

– ¿Me permites que te acompañe? ¡Será una gran aventura!

–¡Con gusto!, dijo el ladrón satisfecho sin poder creer en su suerte. Ni siquiera tendría que forzar los candados para poder cumplir con su cometido.

Y así, juntos, vaciaron todos los cofres y cargaron en grandes bolsones las monedas de oro, las coronas y las joyas. Dejaron tan sólo una esmeralda bellísma bien a la vista, como consuelo para el rey.

Ya fuera del palacio, en las calles angostas y silenciosas del pueblo, se repartieron el botín y el desconocido se despidió lleno de entusiasmo.

– ¡Me gustó tanto trabajar juntos! ¿Me dirías dónde puedo encontrarte para que volvamos a robar juntos algún otro día? ¿Cuál es tu dirección?

Por lo general el ladrón no daba su dirección, ni siquiera a un colega, y ya estaba por inventar un domicilio falso cuando recordó nuevamente la indicación del sabio. Así que anotó en un papel todos sus datos, incluyendo su nombre y la calle donde se hospedaba y se lo entregó. Se dieron un fuerte apretón de manos y cada uno se perdió por los oscuros caminos de la ciudad caminando en sentidos opuestos.

El ladrón se escabulló por callejones oscuros y angostos, llenos solo de polvo y de charcos vacíos, alejándose más y más del palacio real.  El otro hombre guardó con cuidado el papelito con la dirección del ladrón en su bolsillo y regresó hacia el centro de la ciudad, donde estaba el palacio. Todos los guardias lo reconocieron de inmediato y le abrieron el paso con todo tipo de ademanes que indicaban respeto aunque en realidad estaban algo sorprendidos: ¿qué haría el rey paseando sólo por la ciudad a la medianoche?

¿El rey?, se preguntarán ustedes. ¡Sí! ¡El mismísmo rey que entró al palacio, escondió muy bien su parte del botín y se fue a dormir sumamente complacido, con una sonrisa llena de picardía que le duró hasta que se despertó al día siguiente! En cuanto amaneció, saltó de la cama y mandó a llamar a su primer ministro para que le trajera la corona de diamantes, rubíes y esmeraldas guardada en el tesoro real.

El hombre volvió a los pocos minutos con las malas noticias.

– ¡Su Majestad! ¡Han entrado ladrones! ¡Vaciaron el tesoro! No dejaron siquiera una pequeña piedra preciosa. ¡Que desgracia! exclamó y pareció desmayarse de tanto desconsuelo que tenía.

– ¿Ladrones? ¿Se llevaron mi tesoro? ¿Ni siquiera una esmeralda han dejado?, preguntó el soberano aparentando gran desesperación. ¡No es posible! Te pido que vuelvas y que busques muy, pero muy, muy bien y te fijes si no dejaron aunque más no sea una piedra preciosa que pueda consolarme de tan grande pérdida.

Pero el primer ministro regresó al poco tiempo y aseguró que no había quedado absolutamente nada.

– ¿Estás seguro de que esto es cierto?, insistió una vez más el rey queriendo darle una oportunidad más.

– Estoy seguro, afirmó el ministro un tanto nervioso tanteando algo oculto en su bolsillo.

El monarca tomó entonces el papelito que el ladrón le había dado durante la noche.

–En ese caso, te pido que traigas a este hombre a mi presencia –ordenó.

¡Qué grande fue la sorpresa del ladrón al ser llevado al palacio y descubrir que su colega de la noche anterior era el mismísimo rey, que al verlo llegar, le preguntó:

– ¿Dígame, sabe usted quién ha robado el tesoro real?

– La verdad que sí –contestó el ladrón con la boca reseca pero cada vez más aferrado a decir la verdad como única esperanza.

– ¿Quién fue?, insistió el rey.

– Lo robamos usted y yo, dijo el ladrón en voz clara y fuerte levantando al instante un coro de murmullos escandalizados entre los ministros reunidos.

– ¿Y dejaron algo en el tesoro?

– La verdad que sí, repitió el ladrón sintiendo ya una confianza increíble en esta única respuesta. Dejamos una magnífica esmeralda bien a la vista, como consuelo.

El rey clavó entonces la mirada en el que había sido su hombre de más confianza, su primer ministro, y sin quitarle la vista de encima pidió a los guardias que lo revisaran. No se equivocó en dudar de él: escondía en el bolsillo derecho de su traje la esmeralda desaparecida. Se volvió entonces al ladrón y le habló con auténtica alegría.

– Querido amigo, hasta ayer eras un ladrón, pero me has demostrado que jamás mientes. Mi ministro también es un ladrón que se quedó con la preciosa esmeralda pero además, es un mentiroso. Me entristece saberlo pero estoy feliz de haber descubierto su verdadera naturaleza. Si me miente en lo pequeño, ¿cómo podré confiar en él en asuntos más graves? Vos, en cambio, dijiste la verdad en todo momento, incluso arriesgando tu vida por ello. Puedo creer en tu palabra. Si prometes no volver a robar, a partir de hoy serás mi primer ministro.

Y como lo que el rey quería era lo que sucedía, así se hizo.

Muchas veces, desde aquel día, el nuevo primer ministro del rey se acercaba al borde del estanque verde y acariciaba sus suaves aguas con un ramita del gran baniano mientras en su corazón susurraba: defenderé a la verdad con mi vida misma y ella me defenderá toda mi vida.

¡Abran cancha!

P1000988

Este es el próximo cuento que ofreceremos en Panza Llena Corazón Contento. Una historia de destreza, penales, una nube negra de odio que tapa el sol de la amistad y el aprendizaje que nos trae el amor. ¡Un cuento desopilante, divertido y lleno de acción!

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